Es, sin duda, un espectáculo digno de análisis el observar cómo el oficialismo venezolano, en su constante búsqueda de conectar con el electorado, recurre a la apropiación de eslóganes y símbolos previamente utilizados por figuras de la oposición. La reciente adopción de la frase “sabe, conoce y resuelve”, otrora insignia de la campaña de Valmore Betancourt, y la coincidencia en el uso del gallo pinto como símbolo electoral, revelan una preocupante carencia de originalidad y una notoria falta de ideas propias.
La situación plantea varias interrogantes: ¿es acaso una admisión tácita de la eficacia de los mensajes de la oposición o refleja una desesperada necesidad de aferrarse a cualquier elemento que pueda generar empatía en un electorado cada vez más escéptico?
Algún atrevido dirá que son las dos cosas.
La ironía reside en que, mientras el oficialismo clama por una supuesta defensa de la identidad nacional y la soberanía, no duda en plagiar los recursos comunicacionales de sus adversarios políticos.
La falta de creatividad y la dependencia de eslóganes ajenos sugieren una profunda crisis de liderazgo y una alarmante desconexión con las necesidades y aspiraciones del pueblo. En lugar de construir un discurso propio, arraigado en soluciones reales y propuestas innovadoras, el oficialismo se dedica a parasitar la retórica de sus oponentes, demostrando una preocupante falta de iniciativa y una alarmante pobreza de recursos simbólicos.
Este fenómeno no solo evidencia la debilidad del oficialismo, sino que también plantea serias dudas sobre su capacidad para gobernar. Si no son capaces de generar ideas originales para una campaña electoral, ¿cómo podrían enfrentar los complejos desafíos que aquejan al país? La apropiación de eslóganes ajenos no es un signo de fortaleza, sino una clara muestra de la falta de visión y la incapacidad para conectar genuinamente con el pueblo.
En definitiva, la estrategia del oficialismo se asemeja a un estudiante que, ante la falta de preparación, recurre al plagio para aprobar un examen. Sin embargo, en política, la copia no garantiza el éxito. Al contrario, revela una preocupante falta de ideas y una alarmante desconexión con la realidad.
Desde hace rato venimos planteado la interrogante ¿Que resuelven?