Estimados vecinos de Guanarito,
Para iniciar este espacio de reflexión, quiero invitarlos a meditar sobre una pregunta tan antigua como la filosofía misma; pero que resuena con especial fuerza en nuestro tiempo: ¿qué es la verdad? Y más específicamente, ¿qué significa la verdad cuando hablamos de política y de la compleja realidad humana que nos rodea?
Desde los albores del pensamiento occidental, la verdad ha sido un faro que guía nuestro entendimiento. Platón, con su distinción entre el mundo sensible y el mundo de las ideas, nos hablaba de una verdad eterna e inmutable, accesible a través de la razón. Aristóteles, su discípulo, aunque más cercano a la experiencia, también buscaba una correspondencia entre el intelecto y la realidad. Durante siglos, la búsqueda de la verdad objetiva fue un motor del conocimiento y la aspiración de la filosofía y la ciencia.
Sin embargo, en las últimas décadas hemos sido testigos de un profundo cuestionamiento a esta concepción tradicional de la verdad, impulsado en gran medida por las corrientes de pensamiento posmoderno. Filósofos como Michel Foucault y Jacques Derrida, entre otros, han puesto en tela de juicio la existencia de una verdad universal y objetiva, argumentando que el conocimiento y la verdad están intrínsecamente ligados al poder, al lenguaje y a los contextos históricos y culturales.
La posmodernidad nos ha enseñado a desconfiar de los grandes relatos y las verdades absolutas, señalando cómo estos a menudo han servido para legitimar estructuras de dominación y marginalización. Se ha enfatizado la pluralidad de perspectivas, la naturaleza construida de la realidad social y la importancia del lenguaje como un sistema de significados en constante deconstrucción.
Esta crítica radical al concepto de verdad no ha estado exenta de consecuencias, especialmente en el ámbito de las ciencias humanas y la política. Si la verdad es relativa, si no existen criterios objetivos para discernir entre lo verdadero y lo falso, ¿cómo podemos construir un diálogo racional? ¿Cómo podemos fundamentar nuestros juicios éticos y políticos? ¿Cómo podemos distinguir entre la información veraz y la manipulación?
La llamada “posverdad” –ese clima en el que los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales– es, en parte, hija de este escepticismo radical hacia la verdad. En un mundo donde todas las opiniones parecen valer lo mismo, donde la información se difunde a una velocidad vertiginosa a través de las redes sociales, la frontera entre la verdad y la falsedad se vuelve cada vez más difusa.
Esto plantea desafíos cruciales para nuestra democracia. Si no compartimos un mínimo de acuerdos sobre los hechos, si cada uno construye su propia “verdad” basada en sus prejuicios y emociones, el debate público se empobrece, la polarización se agudiza y se dificulta la construcción de consensos necesarios para el progreso de nuestra comunidad.
No se trata de ingenuamente regresar a una concepción dogmática de la verdad, ignorando las valiosas críticas que nos ha legado la posmodernidad. Más bien, el desafío radica en encontrar un camino intermedio, en reconocer la complejidad y la contingencia de la verdad en las ciencias humanas y la política, sin caer en un relativismo absoluto que nos paralice y nos impida distinguir entre argumentos sólidos y falacias, entre información verificada y noticias falsas.
En las próximas entregas de “Un café con el director”, seguiremos explorando estas ideas, analizando cómo el concepto de verdad se manifiesta en nuestra realidad local y regional, y cómo podemos fortalecer nuestro pensamiento crítico para navegar en este complejo panorama informativo.
Los invito a reflexionar sobre estas preguntas y a compartir sus propias inquietudes. ¿Qué significa para ustedes la verdad en la política? ¿Cómo podemos construir un debate público más informado y responsable en Guanarito?
Felipe Jiménez Dueño
Director General de la Alcaldía de Guanarito